En comunión con el amante universal, he decidido aferrarme a mi soledad. Habitar en dos ecos, en la misma fosa en que me jode, en el silencio letal en que se aíslan mis gemidos y sollozos después de haber sido devorada por sus gigantescas fauces. Sí, he decido cogérmela -y que me disfrute-. Ni son ellos (los que se dicen "poetas"), ni soy yo (de la que se dice "algo") la única que la ha gozado.
Nos revolcaremos en un lésbico dolor que me invite al masoquismo, y nos destilaremos en la más desvergonzada osadía. ¡Ámame como a una puta! Y puta, que sea dicho tu nombre Soledad. Y, cuando me acostumbre (o me harte de ti) invitaré a tus amigos cercanos para hacer una orgía: le pondremos "azul" al desasosiego, de cuatro a la melancolía y "hasta la madre" a la depresión (¡Ahí sí que cambiará de nombre).
¡Y que me traigan unos tequilas o una noche bohemia para que me acompañe la cabrona! Porque es la única que ha sabido distraerme cuando todas las cartas del cataclismo están sobre la mesa. Y que esa, la que se pavonea en platos ideales, que ni se atreva a mirarme; sí, esa puta felicidad que se muera de celos por inalcanzable. ¡A tú salud!