Retomo las contemplaciones de la vida, para subsanar heridas recientes. Escribo para subsistir con dignidad: es la única forma en que me puedo apartar, realmente, de la cotidianidad y la alienación. ¡Comparte conmigo el espacio!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Poseída por la música



Paría, hijo de desterrados musicales, has creado tu propia sociedad subterránea. Tumultos catastróficos de vibraciones aspiran mi integridad. Comprendo el sensacionalismo, pero no puedo anteponerme a esta absorción de conciencia: es sólo música. (Realmente música)

El corazón se ve roído por tarántulas y se hormiguea en las zigzagueantes vibraciones de un espíritu corrosivo. Se torna sensual, veo la seducción entre los graves y las percusiones; se besan exquisitamente en dirección al clímax... Ofrezco mi gratitud a la bendita ignorancia, a la sinceridad de la pieza en que me entrego sin conciencia plena.

La guitarra va abriendo sus poros a la asfixia de este suculento orgasmo, mantiene una tensión que me eleva a la densidad, me encuentro por completo sumergida en esta viscosa melodía; se pone al límite de la muerte: con ella desfallezco yo. Entreno la respiración entrecortada, gemidos, tensión y distención (si existe algo parecido) para el sexo primordial...

Le hizo un oral a ese bajo ¡Lo juro!

Tus juegos son un ritual de preparación del paso al artista. Tocas tu instrumento y te vuelves en él un semidiós. Soy especial por conocer este otro rostro del que emerge tu contrato con la vida: con la pasión. Mi corazón late aprisa. Estás ahí, sembrado sobre un mundo desconocido para mí, con una imagen completamente seductora. La llamarada del rock (esa de la que se habla tan vulgarmente) esa, intempestiva, te enciende el pulso y lo transformas en movimientos inverosímiles.

Quiero gritarte privacidad, exigirla a la primera provocación. Amo la entrega en la que se te enciende el arte como luz primera. Te veo ahí, en tus ganas corroídas por la ansiedad, dispuesto a entregarte en la parafernalia a tu disciplina. Las luces están sobre tu cuerpo, y creces infinito en el fenómeno estético. Eres uno con la melodía, instrumento privado para los fines réprobos de la tercera musa. Estoy aquí para ver el momento de la histeria final, esperaré el momento con morbo terreno.

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